Louvor São Francisco de Assis

poderosas oraciones de San Francisco de Asís

“Cuando veo la obra, veo a Dios; sintiendo a Dios, soy Amor. ¡Oh!... cuántas cosas están escondidas de mí, de vosotros, de todos, hijos del Creador. nada siento, ante la grandeza del universo; Me siento como un gusano, por las bellezas que mi corazón no conoce. Dios tiene hijos en el mar, en las estrellas, en el aire; Dios tiene hijos en los árboles y en la tierra. Dios tiene hijos incluso en las guerras. ¡Qué hermosa es la función de la naturaleza!... Veo luz surgir en la oscuridad, veo vida perfecta en los estercoleros; Veo el cielo en las aguas del mar, veo y siento Amor en amar. Cuando descanso, la naturaleza trabaja; cuando duermo, la naturaleza trabaja; cuando yo trabajo, la naturaleza trabaja; ¿Qué soy?... Nada, frente a esta batalla. Dios es Dios de los justos, Dios es Dios de los marginados, Dios es Dios de los que viajan, Dios es Dios de los que se quedan en casa!... Dios es Dios de las sombras, Dios es Dios de la luz, Dios es Dios de tinieblas, ¡Dios es Dios de Jesús!... Cuando estoy cansado, Dios está ocupado; cuando me quejo, Dios está obrando. Cuando blasfemo, Dios es comprensivo; cuando odio, Dios es amoroso. Cuando estoy triste, Dios está sonriendo. ¡Dios es Sabiduría y estoy soñando!... ¡Qué belleza es la naturaleza!... ¡Qué belleza es la profundidad de la existencia y del existir! No entiendo, pero lucho por corregirme, sin embargo, en fracciones de tiempo, pronto quiero juntarme y Dios compartir. quiero segar, quiero usurpar; ¡y Dios me pasa sembrando!... Vuelvo a pelear, pero aún no sé pelear; Pienso en la disciplina, pero no me dejo disciplinar. Avanzo... ¡caigo! Sigo adelante de nuevo. Y Dios me escucha, vuelve a pasar a mi lado, me mira a los ojos, palpa mi corazón. Y me habla bajito al oído: ven, te enseñaré a amar. ¡Dios se retira!... ¡Siento su ausencia!... ¡Pido clemencia! Aun así, Dios no se olvida de mí. Envía un ángel detrás de mí, en un auto resplandeciente de luz. Y con los brazos abiertos, caigo al suelo; ¡Pensé que era el Cristo de Dios, que era Jesús! Y la procesión del cielo entra en mí en un canto de alabanza. ¡Abre mi corazón, dejando en él un tesoro de luz!... El tesoro del dolor.”